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Introducción: Por qué el trekking al Valle de Markha es una experiencia única
El Himalaya indio no es un destino más, es una transformación. Cuando decidimos realizar el trekking al Valle de Markha, en la región de Ladakh, sabíamos que íbamos a vivir algo único, pero no imaginábamos cuánto. No era solo un plan de senderismo más. Era realizar una inmersión personal, ambiental y espiritual, todo esto para conseguir nuestros objetivos realizando un proceso de aclimatación para ascender en la gran cordillera del Himalaya cumbres de más de seis mil metros, dejando atrás el cotidiano día a día, para adentrarnos en un paisaje desértico de altura, atravesando ríos y aldeas remotas, donde la vida sigue fluyendo a otro ritmo.
Este trekking no solo ofrece paisajes espectaculares y el icónico Kang Yatse II al fondo, también es una inmersión cultural total. A cada paso se respira historia, tradición y hospitalidad, con monasterios colgados en riscos, niños poco, muy pocos pero curiosos en las aldeas, y una convivencia diaria con los elementos más básicos: el frío, el polvo, el silencio.
Como hacemos siempre compartiendo en nuestros vídeos del canal de YouTube reforzamos con más información en la web, autenticas guías para saber más donde mostramos además de nuestra experiencia personal, detalles e información siempre útil para cualquiera que quiera aprender, curiosear o aventurarse a una expedición o viaje a estos lugares. Todo lo que necesitas saber y sentir antes de emprender esta ruta lo podrás leer o ver aquí: la preparación real, las etapas, los momentos de crisis y las recompensas inesperadas. Este no es un artículo más sobre trekking. Es el relato de nuestra familia, la familia de Explorando Rincones que, mochila al hombro y con niños incluidos, nos adentramos en expediciones a montañas, visitando valles remotos del Himalaya.
Vídeo de inicio de nuestro viaje
1. Preparativos antes de la expedición: desde Leh hasta los últimos ajustes
Leh, capital de Ladakh, fue nuestro punto de partida. A 3.500 metros sobre el nivel del mar, ya se siente que estás “allá arriba”. Llegamos con muchas ganas, pero también con ciertos contratiempos que nos habían retrasado un día completo. Vega, nuestras hija, había estado enferma. Solo cuando se recuperó por completo decidimos arrancar de verdad. Antes de irnos, hicimos las compras de frutas, material que nos faltaba y todo lo necesario para sobrevivir a la expedición. Una escena que parece rutinaria, pero que en Leh, con sus mercados polvorientos y el zumbido de la vida militar a su alrededor, ya tenía sabor a aventura.
Vídeo capitulo dos viaje al Himalaya
Nos llamó la atención desde el principio lo árido del paisaje. Era un entorno que no esperábamos: grandes espacios desérticos, apenas un hilo verde en el fondo de los valles. Sabíamos que veníamos al Himalaya, pero no que era así. Más allá del exotismo, Leh se ha vuelto una base de operaciones para expediciones y viajes de distinto índole, además de viajes en moto recorriendo carreteras, puertos, también puénting, rafting y demás deportes, y aunque el turismo extranjero todavía no inunda la zona, sí se siente un crecimiento constante, especialmente del turismo interno indio.
Cuando por fin salimos en coche rumbo a la zona donde iniciaríamos la caminata, respiramos aliviados. Estaban construyendo nuevas carreteras, lo cual nos permitió llegar bastante cerca del primer campamento. Tras horas de viaje, alcanzamos Thinles PA, una pequeña aldea donde el paisaje nos abrazó de golpe. Montamos las tiendas, nos ofrecieron un té con leche y unas pastas que supieron a gloria, vimos llegar a los caballos que llevarían nuestro material y sentimos por primera vez que la expedición realmente comenzaba.
Los niños estaban felices, nosotros también. El lugar tenía algo especial. No sabíamos aún cuánto nos marcaría.
2. Primer contacto con la montaña: logística, caballos y primeras emociones
La primera mañana de campamento fue reveladora. Nos despertamos con el murmullo de los caballos y el frescor del amanecer. Todo estaba tan bien montado que parecía un viaje de lujo, pero estábamos en medio del Himalaya. Vega lo decía en voz alta mientras alucinaba con el desayuno perfectamente servido. Saul, por su parte, parecía emocionado con cada nuevo detalle: desde la tienda hasta el sistema de cocina improvisado en la montaña.
En esta primera etapa se nos hizo evidente la importancia de los caballos. En Ladakh, estos animales no son solo transporte: son parte de la cultura, de la economía local y de la esencia misma del trekking. Los vimos preparados para la carga, colocando herraduras nuevas, mientras los dueños, gente local, se aseguraban de tener todo bajo control. Nos explicaron que el trabajo con caballos se hereda de generación en generación. A ellos debemos gran parte del éxito de nuestra actividad.
Vídeo del Trekking en el Valle de Markha
Empezamos a caminar desde Thinless pa, con incertidumbre sobre que nos encontraríamos más adelante, avanzando sobre una pista polvorienta mientras Gaurav, nuestro guía, cargaba con dudas. Nos preguntó varias veces sobre los niños: su experiencia, nuestras intenciones. Parecía preocupado de que quisiéramos subir con ellos al Kang Yatse II. Le explicamos que íbamos paso a paso, priorizando su aclimatación, y que no había ninguna prisa por llegar a la cima. Solo queríamos vivir la experiencia en familia, somos montañeros y nos gusta la montaña, pero ante todo la seguridad de nuestros hijos, por lo que aunque teníamos una amplia experiencia como el mismo fue descubriendo, subir a toda costa o forzar la situación no ha sido ni es nuestra intención en ningún momento.
Durante los primeros kilómetros, estimamos haber recorrido unos 10 km, lo cual era perfecto para que nuestros cuerpos comenzaran a adaptarse a la altitud. Nos movíamos en torno a los 3.700 metros y el ritmo era tranquilo. Cruzamos varios puentes de madera, algunos que daban miedo solo verlos de lejos, de cerca ya era un acto de fe absoluto🤦♀️😂, tuvimos que vadear un río helado que bajada directo de los glaciares, agarrados de la mano, quitándonos las botas y pisando piedras resbaladizas.
El agua nos cortaba las piernas, pero el momento fue intenso. “A mí me lo moló mogollón”, decía Saul entre risas, pero menudo ratito pasamos con el frio y las piedras. Vega, aunque con frío, también lo recordaría como uno de los mejores momentos.
Nos sorprendió encontrarnos bajo un monasterio en ruinas, colgado sobre un risco, y con símbolos budistas esparcidos por el camino. Las inscripciones Mani en las rocas nos daban una sensación de recogimiento espiritual, también las ruedas de oración. Todo era nuevo, desconocido, y tremendamente fascinante.
El terreno era fácil, sin grandes desniveles, lo cual nos ayudó a disfrutar sin sentirnos sobre exigidos. Atravesamos aldeas construidas con barro.
Llegamos finalmente al campamento en Umlung. Esta seria la última aldea que encontraríamos ya con alguna construcción o habitantes. Aquí descubrimos que incluso en medio de la nada hay detalles que sorprenden: pozos de agua gestionados con energía solar, una antena satelital que permitía, con suerte, enviar mensajes a casa. Mientras tomábamos té, conectamos el GPS y las baterías a una placa solar, y empezamos a organizarnos para pasar la noche.
Ya no teníamos dudas: estábamos en marcha, estábamos vivos. Ladakh nos había recibido con los brazos abiertos y no podíamos más que entregarnos a ello.
3. Los paisajes de otro planeta del Markha Valley
Hay lugares en el mundo que te hacen sentir que estás caminando por otro planeta, y el Valle de Markha es uno de ellos. Su geografía es tan brutalmente diferente a cualquier otro sitio que habíamos conocido, que cada kilómetro era una sorpresa. El paisaje se dividía en dos mundos: el árido, donde predominaban las montañas secas, rojas, anaranjadas y casi desérticas; y el fértil, marcado por el cauce del río, donde afloraban los tonos verdes de los campos de cultivo, las pequeñas huertas y los sauces que daban sombra a las aldeas.
El contraste era absoluto. Al fondo del valle, pequeñas comunidades vivían en construcciones de barro y piedra, muchas de ellas con banderas de oración ondeando en los tejados, como si saludaran a los caminantes. Cruzábamos campos de trigo perfectamente cuidados, donde los niños jugaban con una libertad que rara vez se ve en nuestro día a día. Nos encantaba ese equilibrio entre lo inhóspito y lo acogedor.
En el segundo día de caminata desde Umlung hasta Hankar, el sendero seguía siendo polvoriento, pero la belleza se intensificaba. No fue solo una jornada de desplazamiento físico, sino una inmersión en la inmensidad del valle. Fue ahí donde vimos por primera vez el Kang Yatse I y II, dos gigantes de nieve que aparecieron al fondo del camino, imponiéndose sobre el horizonte. La imagen nos dejó sin palabras. Celia simplemente dijo: “Es espectacular, no esperaba esto”. Saúl decía: «me he enamorado»… 😍😂
Avanzamos por senderos paralelos al río Markha, a veces anchos, otras veces mas estrecho y angosto, cerca del agua, o por el mismo cauce del río. En una de las aldeas nos detuvimos en un puesto donde una señora, amiga de Gaurav, nos ofreció un té caliente.
Nos quedamos un rato hablando, sacando fotos y simplemente dejándonos estar. En esos momentos entendimos que este viaje no era solo sobre paisajes, sino sobre la conexión con la gente, la cultura sus formas de vida.
En un tramo del sendero caminamos al lado de los caballos que nos habían alcanzado, sorteando zonas donde se acumulaban piedras y muros de contención hechos con mallas metálicas para prevenir los daños por crecidas del río. Vimos cómo el entorno había sido claramente esculpido por el agua en los momentos más salvajes del monzón. José María comentaba con asombro la fuerza con la que la naturaleza podía alterar ese paisaje.
Nos detuvimos varias veces a observar, descansar y jugar con los niños. En uno de los descansos, subimos a un pequeño cerro para aclimatar y buscar vistas. Estábamos cerca de los 4.400 metros, pero todos lo llevábamos bien. Saul, en un momento de contemplación, lanzó una pregunta divertida: “¿Cuántas piedras habrá en el mundo? Porque aquí hay millones”.
Esa tarde la dedicamos a contemplar descansar y dejar que la aclimatación poco a poco fuera llegando a nuestros cuerpos. Subimos un poco más para buscar el atardecer, aunque no era particularmente colorido debido a la disposición de las montañas. Pero poco importaba: lo disfrutamos igual. Al bajar, nos enteramos de que un italiano llamado Mauro hablaba español y estaba haciendo el trekking en solitario. Charlamos sobre montañismo, sobre el Gran Paradiso, sobre sueños de ascensiones. Fue una conversación breve, pero de esas que te dejan huella.
Ese día, al dormir en Hankar, sentíamos que habíamos vivido mucho más que una simple etapa de trekking. El Markha Valley comenzaba a dejar su marca.
4. Vida en los campamentos: té, antenas satelitales y adaptación
Una de las sorpresas más agradables del trekking por el Valle de Markha fue la calidad de vida en los campamentos. Aunque estuviéramos caminando por zonas remotas del Himalaya, la infraestructura y la hospitalidad local hacían que cada parada fuera mucho más que un simple lugar para dormir. Cada campamento tenía su personalidad: algunos estaban junto al río, otros más elevados; unos con zonas verdes, otros rodeados de pura roca. Pero todos compartían una cosa: te hacían sentir como en casa.
El primero donde realmente nos asentamos fue Umlung. Allí descubrimos una combinación inesperada: naturaleza salvaje y pequeñas dosis de tecnología. El campamento tenía agua potable gracias a un sistema de pozo impulsado por energía solar. Incluso contaba con una antena satelital que permitía, con mucha suerte, enviar algún mensaje a casa. No era rápido ni estable, pero después de días sin conexión, era casi milagroso. Aprovechamos para avisar que todo iba bien. Esa pequeña conexión mediante algún mensaje nos reconectó aunque realmente vives ya obviando esa sensación de conexión, y que agradecida es la verdad.
Mientras se preparaba el té, conectamos las baterías del GPS y de las cámaras a una placa solar que traíamos con nosotros. El día transcurría a otro ritmo. No había prisa. El trekking te enseña eso: el tiempo deja de medirse en horas y pasa a medirse en luz, calor, cansancio y hambre.
Montar el campamento era también una actividad colectiva. Cada uno tenía su tarea. Mientras unos armaban tiendas, otros preparaban la cena, el equipo de Hippie in Hills querían que estuviéramos tranquilos sin hacer nada, pero cuando podíamos ayudábamos en algo. La comida siempre superaba expectativas: platos calientes, abundantes, con ese sabor a hogar que uno necesita cuando el cuerpo empieza a sentir los efectos de la altitud.
Dormir también se convertía en un ritual. Las noches eran frías, pero no tanto como habíamos imaginado. Los sacos térmicos y el silencio del entorno creaban un ambiente perfecto para descansar. Saul comentó una mañana: “Dormí genial. Me despertaron para desayunar y no me lo podía creer, estaba todo listo”. Vega, por su parte, estaba alucinada con lo bien montado que estaba todo, con la tienda lista y el desayuno servido. “Parece que estamos en un hotel de campaña”, dijo entre risas.
Una cosa que nos impactó fue ver cómo el trabajo con los caballos se integraba con la rutina de los campamentos. Cada día, los animales eran cuidados, alimentados y preparados para la siguiente jornada. Los lugareños nos contaban que el oficio de arriero es transmitido de generación en generación, y que los caballos son imprescindibles para mantener el trekking vivo, tanto para turistas como para la misma supervivencia de las aldeas.
En Hankar, otro de los puntos donde pasamos noche, había agua limpia en dos fuentes cercanas. Era un lugar algo elevado, con terrazas naturales donde montamos las tiendas.
Esa noche salimos a caminar hacia un pequeño cerro y subimos hasta los 4.400 metros, aprovechando para aclimatar. No vimos un atardecer de película, pero el momento fue perfecto.
Descansar en estos lugares tiene un significado más profundo. No solo recuperas el cuerpo, también dejas que el alma se acomode al ritmo de las montañas. Empezábamos a sentirnos parte del entorno.
5. Ríos helados, senderos polvorientos y cultura budista en el camino
Caminar por el Valle de Markha no es solo una cuestión física: es un viaje sensorial en el que la vista, el oído, el tacto y hasta el alma se activan con cada paso. El terreno es una constante mezcla de polvo, piedras, cruces de río y tramos suaves. Pero lo que realmente marca la diferencia es todo lo que ocurre alrededor del sendero: las señales de vida, fe y cultura que se manifiestan a cada momento.
Uno de los momentos más intensos fue cruzar el río sin puente. En varias ocasiones, el camino nos obligó a descalzarnos y vadear el agua helada. El primer cruce fue especialmente impactante. Nos quitamos las botas, nos agarramos de la mano y cruzamos paso a paso entre piedras afiladas y corriente gélida. “El agua estaba congelada”, dijo Vega, temblando pero sonriente. Saul, más osado, lo disfrutó a su manera: “A mí me lo moló mogollón pasar andando por las piedras”.
Ascender hasta los 5.250 mts ¿Se puede?
Estos momentos extremos se compensaban con otros mucho más calmados. Caminábamos por senderos donde solo se escuchaban los pasos, el soplo del viento, el ruido del agua a lo lejos. Cada tanto, encontrábamos símbolos budistas que nos devolvían al presente espiritual del Himalaya. Las inscripciones mani talladas en piedras, los pequeños muros con ruedas de oración, las banderas de colores ondeando al viento. Todo nos hablaba de una fe silenciosa pero poderosa.
En una de las aldeas, había una escuela con un par de niños, la maestra se sorprendió al vernos con niños y nos preguntó hacia dónde íbamos. Cuando le contamos que queríamos llegar al Kang Yatse II, nos miró entre el asombro y el respeto. “Que tengan suerte”, nos dijo. Esas palabras nos acompañaron durante días.
El polvo era constante. No importaba cuánto te cubrieras, siempre acababas lleno de tierra. La combinación de viento seco y sol potente hacía que el trekking tuviera un punto agotador, pero también auténtico. Era parte del paquete. José María comentaba que las crecidas del río debían ser algo espectacular en época de lluvias: “Las piedras amontonadas y los restos de puentes arrastrados te cuentan sin palabras cómo se transforma este valle”.
Avanzábamos lentamente, siempre atentos a los detalles. Una señora nos ofrecía té. Un niño nos saludaba desde lejos. Un caballo pasaba trotando sin guía. Era fácil sentir que el tiempo se detenía. La cultura budista, presente en cada curva, nos ayudaba a mirar con otros ojos. No era solo una ruta de montaña: era una ruta de aprendizaje.
En muchos sentidos, el Valle de Markha no se camina con las piernas. Se camina con los sentidos.
6. El Kang Yatse a la vista: sorpresa, respeto y aclimatación
Una de las imágenes más impactantes del trekking al Valle de Markha fue, sin duda, cuando vimos por primera vez las cumbres del Kang Yatse I y II. Nos habíamos levantado temprano, recogido el campamento con más eficacia que el primer día, y comenzado a andar por un terreno suave. Y de repente, ahí estaban: dos colosos de nieve asomando por encima del horizonte. Celia lo resumió mejor que nadie: “Qué imagen más bonita, no me lo esperaba”.
El Kang Yatse es más que una montaña. Para muchos es un objetivo, una meta técnica de mucho esfuerzo y sacrificio en todos los aspectos. Para nosotros, especialmente con niños, era una presencia majestuosa que imponía respeto. Desde un principio habíamos aclarado nuestras intenciones: no íbamos necesariamente a hacer cima, sino a disfrutar el proceso, vivir la experiencia, aclimatar bien, y si todo se alineaba, entonces quizás.
Gaurav, nuestro guía, seguía atento al estado de los niños. Como veníamos diciendo, durante los primeros kilómetros del día nos preguntó sobre sus capacidades, sobre su experiencia en montaña, sobre si entendíamos realmente lo que estábamos haciendo. Fue una conversación honesta. Le explicamos que nos conocíamos bien como familia y como montañeros, y que nuestra prioridad absoluta era la seguridad y el bienestar de nuestros hijos por encima de cualquier otra cosa, eso si, no queríamos privarlos de experiencias, tanto de descubrimiento, felicidad, y para llegar a ello la exigencia física era algo lógico, pero no a cualquier precio, por ello NO la cumbre a cualquier precio no era nuestro objetivo. Gaurav asintió. A partir de ahí, todo fluyó mucho mejor.
La altitud se sentía, pero sin drama. Respirar costaba más. Los movimientos se volvían más lentos. El cuerpo entendía que ya no estabas en casa. Pero al mismo tiempo, empezaba a funcionar bajo un nuevo ritmo. Ese ritmo de altura, de silencio, de introspección.
Aclimatar no es solo una cuestión fisiológica. Es también una actitud. Y esa tarde, mirando al Kang Yatse mientras los niños jugaban con las piedras, supimos que nos estábamos adaptando no solo al entorno, sino también al espíritu de la montaña.
7. Encuentros que marcan: guías, aldeanos y viajeros en el camino
Una de las grandes riquezas del trekking por el Valle de Markha es la gente que encuentras en el camino. En esta travesía no solo caminas entre montañas, también caminas entre historias. Algunas son fugaces, otras se quedan contigo para siempre.
En los primeros días compartimos muchas charlas con Gaurav, nuestro guía. Al principio estaba preocupado, incluso algo escéptico. Vernos con niños pequeños en un entorno tan exigente le generaba dudas. Pero fue escuchando nuestras razones, viendo cómo organizábamos los campamentos, cómo los niños caminaban con autonomía, cómo gestionábamos cada momento con cuidado… que cambió su mirada. Poco a poco, su actitud fue de protección hacia nosotros, de respeto por nuestra decisión, e incluso de complicidad.
También nos encontramos con los habitantes de las aldeas. Mujeres que se cruzaban en el camino, y personas que ofrecían hospitalidad espontánea.
Uno de los encuentros más agradables fue con Mauro, un italiano que caminaba solo. Nos lo cruzamos una tarde, ya montado el campamento. Gaurav nos lo presento y nos comentó que hablaba algo de español y que quería saludar. Enseguida nos fuimos a la tienda cocina y allí estaba. Mauro, de Turín, había hecho la transpirenaica, y con el hablamos de montañas Italianas que habíamos ascendido, como el Breithorn, el Gran Paradiso, Punta Giornani, los Andes, etc., y ahora estaba buscando una oportunidad para intentar el Kang Yatse. Charlamos sobre montañismo, sobre cómo cada cumbre tiene su historia, y sobre lo especial que era este valle. Después de un rato, se fue a cenar. Fue un intercambio corto, pero lleno de esa conversación alineada entre aficionados ilusionados por lo mismo, amigos instantáneos, que solo se da entre gente que se reconoce como “del mismo camino”.
Incluso entre nosotros surgieron conversaciones diferentes. En los momentos de pausa, mientras mirábamos el paisaje o esperábamos la cena, hablábamos de la vida, de lo que significaba estar ahí. Jose María lo resumió una noche: “Ver a los niños aquí, después de todo lo que hemos pasado, hace que todo valga la pena”.
Este trekking no lo hicimos solos, aunque el valle se sienta desierto. Cada persona que encontramos dejó una huella. Y nosotros, con suerte, dejamos también la nuestra.
8. Retos físicos, salud y cómo el cuerpo responde a los 4.400 msnm
El trekking por el Valle de Markha puede parecer suave al principio: caminos llanos, desniveles progresivos, paisajes abiertos que no intimidan. Pero la altitud es silenciosa y paciente y cuando se manifiesta lo hace, exigiendo respeto.
A lo largo del recorrido, el mayor reto no fue técnico, sino fisiológico. Estábamos moviéndonos a alturas que oscilaban entre los 3.700 y los 4.400 metros sobre el nivel del mar. Si bien habíamos planeado una aclimatación gradual, con rutas cortas y descansos largos, el cuerpo aún necesitaba adaptarse a esa falta de oxígeno.
Uno de los momentos más delicados fue con Omi, uno de los miembros del equipo local. Durante varios días lo vimos más apagado de lo habitual. No se quejaba, pero se notaba. Finalmente supimos que tenía diarrea, un mal bastante común en estos ambientes por la altura, los cambios de alimentación, agua y exigencia física. Aun así, seguía con su trabajo, a veces caminando a la cola del grupo, otras adelantándose en silencio. Lo admirable era que, pese a su malestar, se mantenía en marcha.
Nosotros, como familia, estábamos atentos a cualquier síntoma: dolor de cabeza, insomnio, falta de apetito o fatiga extrema. Pero en general, respondimos bien. La aclimatación progresiva ayudó muchísimo. Las rutas suaves, los descansos activos, las subidas a lugares cercanos para forzar al cuerpo a adaptarse, todo sumó. Y también fue clave no obsesionarnos con la meta. Si alguien necesitaba parar, se paraba. Si no se llegaba al punto previsto, se improvisaba.
La hidratación fue otro factor fundamental. En los campamentos, teníamos acceso a fuentes de agua limpia, tanto en Umlung como en Hankar.
El clima también jugaba su papel. Durante el día, el sol era fuerte, pero el viento seco lo volvía engañoso. Podías terminar quemado sin darte cuenta. Por la noche, el frío exigía buen equipo: sacos térmicos, ropa adecuada y una buena tienda. Saul, a pesar de todo, dijo una mañana que había dormido “como un tronco”.
Mentalmente, también hubo altibajos. La altitud y el esfuerzo continuado afectan el ánimo. Pero el grupo se mantenía unido. Había momentos para reír, para hablar, para jugar con los niños, y otros para simplemente quedarnos en silencio, mirando el paisaje, dejando que la montaña nos hablara.
Caminar a 4.400 metros no es heroico. Es humano. Requiere humildad, escucha, adaptación. Y eso fue exactamente lo que hicimos: adaptarnos. Con respeto, con atención, con cuidado. Y gracias a eso, seguimos avanzando.
9. Reflexiones al final del día: lo que deja caminar el Himalaya indio
Cada jornada de trekking en el Valle de Markha terminaba con una rutina sencilla: desmontar lentamente el ritmo acelerado del día, dejar que el cuerpo se enfríe, que la mente repase lo vivido y que las emociones se asienten. Era justo al atardecer, cuando el sol desaparecía entre montañas secas y las sombras lo envolvían todo, que aparecían las verdaderas reflexiones.
No era solo el cansancio físico lo que nos hacía detenernos a pensar, era también la belleza cruda del entorno.
Cada noche era como una pequeña ceremonia. Nos reuníamos, hablábamos del día, recordábamos alguna anécdota divertida o una frase graciosa de los niños. En una de esas, Vega, soltó con naturalidad: “Esto está siendo increíble, ¿verdad?”. No lo dijo como quien busca aprobación, sino como quien confirma algo que ya siente dentro.
El silencio de la montaña también nos hablaba. No necesitábamos llenar los espacios con palabras. A veces bastaba con mirar alrededor: los caballos pastando tranquilos, el río fluyendo suave. La inmensidad te obliga a poner todo en perspectiva. Te recuerda lo pequeños que somos.
Lo más bonito de cada jornada era la sensación de que estábamos en el lugar correcto, haciendo lo correcto, sin necesidad de demostrar nada a nadie. Ni cumbre, ni récords, ni publicaciones. Solo vivir. Y ese es quizá el verdadero objetivo de este trekking: no llegar al final, sino dejar que el camino te transforme.
10. Consejos prácticos para futuros viajeros del Markha Valley
Si estás pensando en hacer el trekking al Valle de Markha, hay algunos consejos prácticos que pueden marcar la diferencia entre una travesía agradable y una experiencia complicada. Basándonos en lo que vivimos, aquí te dejamos una guía sincera y útil para ayudarte a planificar.
🗓️ Mejor época para ir
La temporada ideal para realizar este trekking es de mediados de junio a finales de septiembre. Fuera de ese periodo, las temperaturas pueden ser extremas y algunas rutas inaccesibles. Nosotros fuimos en verano y aun así tuvimos días fríos por la noche, así que prepárate para cambios bruscos de temperatura.
📍 Itinerario recomendado
El itinerario tradicional va desde Chilling hasta Shang Sumdo, pasando por Markha, Umlung, Hankar y Nimaling. Nosotros comenzamos cerca de Chaluk y seguimos una ruta que nos permitió aclimatar progresivamente. Idealmente, dedica de 6 a 9 días, según tu condición física y si vas con niños o en grupo es fundamental ir viendo la progresión del cuerpo en cada individuo.
🧳 Qué llevar
- Ropa técnica de montaña: Capa base, forro polar, chaqueta impermeable, ropa térmica para la noche.
- Saco de dormir de invierno: Vital.
- Botas de trekking: Ya usadas, no estrenes calzado aquí.
- Protección solar: Gafas, gorra, protector solar alta protección.
- Botellas o sistema de hidratación: El agua es fundamental, se puede congelar si llevas tubos, ten el agua protegido el día de cumbre.
- Bastones de trekking: Muy útiles para tramos irregulares o al cruzar ríos.
- Comida en ruta: Barritas, frutos secos, chocolate, fruta.
- Botiquín personal: Incluye algo contra la diarrea, analgésicos para dolor de cabeza, etc., y medicación para el mal de altura si fuera necesario.
🐎 Transporte del material
Muchos grupos —como el nuestro— optan por caballos para transportar tiendas, comida y equipo. Este método no solo alivia la carga, también apoya la economía local. Además, los caballos están perfectamente adaptados a este entorno y los arrieros son expertos conocedores del terreno.
🏕️ Alojamiento
Puedes optar por tiendas de campaña, homestays (alojamientos locales) o una combinación de ambos. Los homestays te permiten conocer mejor la cultura ladakhí y suelen incluir comidas. En cambio, acampar te da más libertad de movimiento.
💧 Alimentación e hidratación
La comida local suele ser sencilla pero energética: arroz, lentejas, pan plano y verduras. Si tienes necesidades especiales, lleva algo extra. Bebe mucha agua, incluso si no tienes sed. Y asegúrate de potabilizarla con pastillas o filtros, aunque en algunos puntos hay agua segura que sale de manantiales, siempre lo hemos potabilizado utilizando un filtro UV.
📡 Conectividad
En algunos campamentos como Umlung, hay conexión limitada gracias a antenas satelitales. Pero no dependas de ello. Informa a tus contactos antes de salir y disfruta del “modo avión natural” que te brinda el trekking. Gaurav responsable de la agencia con la que viajamos llevaba un teléfono vía satélite para en caso de emergencia poder utilizarlo.
🧠 Consejo final
Camina despacio, escucha tu cuerpo, respeta la montaña. El Valle de Markha no es un destino turístico más, es un lugar que merece ser vivido con conciencia y humildad. No vayas solo a buscar una foto bonita para Instagram. Ve a vivir la experiencia.
11. Otros detalles del viaje al Valle de Markha.
El trekking al Valle de Markha no es solo un reto físico ni un descubrimiento geográfico: es una experiencia transformadora. Uno empieza la ruta con una mochila llena de expectativas, y equipamiento, pero termina el camino cargando algo mucho más valioso: vivencias reales, silencios que enseñan, paisajes que marcan y vínculos que se mantendrán en el tiempo de manera muy profunda.
Para nosotros, fue más que un viaje. Fue una forma de reconectar con lo esencial, de mirar a nuestros hijos caminar entre caminos polvorientos, ríos helados, hablar con pastores, cruzarse con viajeros solitarios como Mauro o recibir un té caliente de manos de una señora desconocida. Fue entender que se puede vivir con poco, que hay belleza en lo inhóspito y que el silencio de una montaña puede decirte mucho más que mil palabras.
La altitud, el polvo, la incertidumbre de cada jornada, la falta de conexión… Todo eso que en otro contexto podría verse como obstáculo, aquí se convierte en maestro. Cada dificultad es una invitación a adaptarse, cada detalle un recordatorio de que estamos vivos. El Kang Yatse nos acompañaba radiando respeto e incertidumbre. No sabíamos si lo subiríamos, pero no importaba. Ya habíamos alcanzado algo más profundo: la certeza de que habíamos compartido algo irrepetible.
Caminar por el Himalaya con nuestros hijos fue, además, un acto de confianza y de fe. En nosotros, en ellos, en el camino. Vimos cómo crecían en cada paso, cómo se adaptaban, cómo descubrían el mundo con una mirada limpia. Y eso, sin duda, fue lo mejor de todo.
Si estás pensando en hacer este trekking, no lo dudes. Prepárate bien, respeta el entorno, sé consciente. Pero sobre todo: vive el camino. El Valle de Markha no se recorre con las piernas. Se recorre con el alma.
Somos Explorando RINCONES MONTAÑEROS
Nuestros CONSEJOS de siempre.
- La práctica deportiva, conlleva riesgo de accidente en cualquiera de sus formas, supone un riesgo que el practicante debe asumir siendo conveniente estar cubierto por un Seguro de Responsabilidad Civil o estar Federado.
- Contar con buena forma física, adecuada a la actividad que se va a realizar, teniendo en cuenta, que se trata de actividades exigentes.
- Para determinadas actividades, es aconsejable contratar un guía titulado de montaña.
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- Prensa y artículos de la expedición al Himalaya Indio.
- Nota de estreno del documental «Más allá de las alturas» Explorando Rincones en el Himalaya.
- Cartel y estreno documental en sala expedición al Himalaya, Ladakh, Leh, Kang Yatse II.
- Capítulo 1 Expedición
- Capítulo 2 Expedición al Himalaya en familia.
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